Una calavera parlante de Hitler en el Jones Fantastic Museum

Los autómatas siempre han fascinado al público. En su día por lo novedoso de unos muñecos que se movían solos y hoy en día por la perfección y el ingenio con el que lo hacían. Introduciendo una moneda en una gran máquina, en un pequeño teatrillo se podía contemplar un extracto de nuestro mundo en movimiento, un mundo fantástico o alguien realizando una función que podía hacer reír o escandalizar. A veces estos autómatas pronosticaban el futuro como en la película Big o retaban al público a probar su valía.

La Historia está llena de famosos autómatas. En el año 1.500 A.C. Amenhotep construyó una estatua de Memon, rey de Etiopía, que emitía sonidos cuando al amanecer la iluminaban los rayos del Sol; Leonardo DaVinci creó un fantástico león mecánico que se movía solo; en el siglo XIII Roger Bacon ideó una cabeza parlante y en el siglo XVIII el genio Vaucanson construyó un pato mecánico que chapoteaba, graznaba, se movía, comía y defecaba.

Tras la Segunda Guerra Mundial la incertidumbre sobre el paradero de los restos de Hitler y las leyendas urbanas  que hablaban de su huida a América del Sur inspiraron la creación de un autómata llamado «Hitler is alive!». Se exponía en el mítico Jones Fantastic Museum de Seattle, un museo interactivo mezcla de atracción de feria, tienda de antigüedades y museo de cera creado por el visionario coleccionista Walter «Doc» Jones. En su moderna feria de curiosidades se exponían piezas «inusuales» como máquinas  extrañas, monstruos «momificados», objetos famosos, espejos mágicos, mutoscopios, autómatas y figuras humanas fantásticas. Una delicia que recuperaba el espíritu del gabinete del Doctor Caligari y los antiguos Freak Shows del siglo XIX. Un actor disfrazado de vampiro, el Conde Pugsly, recorría las instalaciones asustando a los visitantes o el exterior del museo para llamar la atención.

La calavera parlante de Hitler

El autómata de Hitler era un gabinete de madera acristalado tapado por una cortina. Un cartel en la parte exterior rezaba «Hitler is alive!» («Hitler está vivo»). Cuando la cortina se levantaba como un telón, en su interior se mostraba una calavera humana con un mostacho hitleriano. Del armario emergía un discurso real de Adolf Hitler, acelerado para que la voz del führer nazi sonara como un dibujo animado. Todo el conjunto mantenía el espíritu Doc Jones, es decir, una presentación semi humorística y tremendamente sensacionalista.

No era la primera vez que Doc Jones mostraba artilugios de la Segunda Guerra Mundial. En la primera ubicación de su museo, en la Highway 99 cerca de Lynnwood, ya había mostrado una barcaza P.T. Boat y la máquina «Poison the Rat«, creada en 1941 y también relacionada con Hitler.

Doc Jones se suicidó a principios de los años 70 pero su museo residió en el Seattle Center Food Circus hasta 1980, primero en un bien ubicado tercer piso y luego en el sótano. Tras su cierre sus piezas fueron subastadas y repartidas por diferentes  espacios y museos como True Wonders que por desgracia también fueron cerrando a lo largo del tiempo. El precio de salida del display de Hitler fueron 300 dólares de 1981 (858 dólares actuales). Fotografías de las piezas que componían el museo van apareciendo con cuentagotas en  webs, grupos de Facebook y tiendas de venta online. A la espera de que alguien decida crear un museo con todas sus piezas reunidas de nuevo, esta galería de Picasa y YouTube nos permiten visitar el museo original de Doc Jones y volver a entrar en un mundo fantástico donde los límites de la realidad y la ficción dejan de existir.

Fotografía de portada: Dominio Público (Wikipedia).

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About Victor Baldovi

Victor Baldovi es guionista y escritor especializado en la Segunda Guerra Mundial. Ha escrito cinco libros (dos de ficción) y desde el año 2005 es redactor de artículos sobre la WW2.

One comment

  1. Que creepy ver eso y oír esa frase, sería muy propio de una película de terror, espero no verlo nunca. Saludos.

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