La dama de oro

El soldado Lorentz, sudando como un cerdo bajo su guerrera, resopló tras haber introducido el gran cuadro de Klimt en la caja que lo sacaría de Austria. Un súbito destello lo deslumbró. No provenía de la calle sino del propio cuadro. El Sol de la calle se reflejaba en la superficie dorada de la pintura, hecha literalmente de pan de oro, y se reflejaba en el rostro de Lorentz. Emanaba un extraño resplandor, como si se resistiera a ser metido en una simple caja. «Tranquila, pronto estarás en una de las salas de exposiciones del Reich» pensó el soldado. Pero el rostro de la modelo no emanaba intranquilidad o soberbia sino tristeza. Por primera vez se dio cuenta de los muchos ojos que decoraban su vestido y sintió un escalofrío, como si todas las miradas que se habían posado alguna vez sobre aquel cuadro, incluida la del autor, hubieran quedado retenidas en la tela y ahora lo contemplaran con interrogación. ¿Dónde te lo llevas? ¿Por qué? ¿Qué va a ser de mí?

Un golpe le sacó de aquella extraña ensoñación. Era uno de sus compañeros que transportaban la tapa de la caja donde estaba guardado el cuadro. Lorentz se apartó y la «dama de oro» dejó de brillar cuando la encerraron en la caja. Sus retinas aún veían la forma de la mujer dorada pero pronto dejarían de verla. Su mente la recordaría hasta el fin de sus días en el helado frente oriental. En mitad del frío campo de batalla, durante una fracción de segundo, el Sol reflejado en una bala que avanzaba hacia él le nubló la vista y le hizo recordar. Lorentz cayó al suelo con el pecho destrozado, se giró hacia el cielo y murmuró: «Lo siento».

Historia de una dama dorada

Retrato de Adele Bloch-Bauer IPrincipios del siglo XX. Las hermanas Therese y Adele Bauer se habían casado con los hermanos Ferdinand y Gustav Bloch, y los cuatro vivían en un apartamento señorial en una de las principales avenidas de la capital, Elisabethstrasse. Los Bloch-Bauer (sobre todo Adele y su marido Ferdinand) eran destacadas figuras de la floreciente comunidad judía vienesa y fueron grandes mecenas del arte. La propia Adele organizó una exposición en Viena que visitaron figuras de la talla de Gustav Mahler, Arthur Schnitzler y Gustav Klimt. Éste último era uno de los alumnos aventajados de la escuela del Art Nouveau de Viena. Sus obras eran conocidas por su erotismo, y Adele Bloch-Bauer se convirtió en una de sus modelos favoritas. Su primer retrato («Retrato de Adele Bloch-Bauer I») la convirtió en una reina egipcia, vestida con oro y joyas.

Maria Altmann, sobrina de Adele Bloch-Bauer, nació en Viena en 1916, nueve años después de que Klimt completara el retrato dorado de su tía Adele. Su tía murió de meningitis en 1925 y su testamento especificaba que Áustria fuera la depositaria de su colección artística. Años después Maria recibió como regalo de bodas el collar que su tía Adele llevaba en la obra de Klimt. Era 1938 y la Historia estaba a punto de cambiar.

El 13 de Marzo de 1938 la Alemania de Hitler anexionó Austria al Tercer Reich y las tropas fueron recibidas con vítores y flores por las amplias avenidas vienesas. Los nazis austriacos adoptaron rápidamente los métodos de sus homólogos alemanes, cortando de raíz la edad de oro de la comunidad judía austríaca. Los nazis entraron a la fuerza en empresas y domicilios judíos, y los Bloch-Bauer lo perdieron todo. Ferdinand Bloch huyó a Suiza.

El marido de Maria, Fritz Altmann, pasó un corto período en el campo de concentración de Dachau y al salir trazaron un plan para huir de Viena. Su primer destino fue Inglaterra y desde allí pusieron rumbo a Estados Unidos. Sin embargo el padre de Maria se quedó en Austria y murió al poco de marcharse ella. Los nazis saquearon el apartamento familiar de Elisabethstrasse y se apropiaron de todo el contenido de valor, incluido el retrato de Klimt y el collar de Adele que acabó en manos de la mujer de Hermann Goering.

Al llegar a Estados Unidos, Maria y Fritz se instalaron en California, donde tuvieron cuatro hijos. En su testamento Ferdinand Bloch había legado todas sus cuadros y pertenencias a las tres sobrinas que seguían con vida, María Altmann una de ellas, pero el gobierno austriaco medió para que las herederas renunciaran a los cuadros de Klimt a cambio de recuperar las obras menores de la colección de Ferdinand.

En 1998, María se puso en contacto con Randy Schoenberg, un joven letrado amigo de la familia (nieto de otro refugiado vienés, el compositor Arnold Schoenberg), y le pidió que preparara un caso contra el gobierno austríaco para impugnar la apropiación indebida de la obra de Klimt. Quién era el legítimo heredero de los cuadros era motivo de una gran polémica. La voluntad de Adele Bloch-Bauer era legar las obras a la Galería Nacional de Austria pero su marido Ferdinand había redactado un nuevo testamento legal en el que nombraba como herederas a sus sobrinas.

Austria rechazó la petición de María y Schoenberg decidió tramitar el caso a través del sistema judicial estadounidense que permite a los ciudadanos de Estados Unidos poner en marcha un proceso legal para llevar a juicio a un gobierno extranjero. Altmann y Schoenberg fueron sumando victorias legales y Austria acabó apelando al Tribunal Supremo de Estados Unidos en un intento desesperado por ganar el caso.

El veredicto final, anunciado el 17 de Enero de 2006, sorprendió a todas las partes implicadas: los cinco cuadros de Klimt debían ser devueltos a Maria Altmann y a su familia. Ese mismo año, las obras se expusieron en Los Ángeles, la ciudad adoptiva de María, antes de ir a subasta y venderse a colecciones privadas. El magnate de la cosmética y miembro de la «World Jewish Restitution Organization» Ronald Lauder compró el Retrato de Adele Bloch-Bauer por 135 millones de dólares para exponerlo en la Neue Galerie, galería de Nueva York que acoge numerosas obras de arte robadas o confiscadas por el gobierno nazi. Seis décadas después de que los nazis saquearan el patrimonio de Maria Altmann y su familia, por fin se hizo justicia.

María Altmann murió en el año 2011 a los 94 años.

«Retrato de Adele Bloch-Bauer I» sigue reflejando la luz de su creador y la de su modelo y permaneciendo en la memoria de todos cuanto lo contemplan desde la Neue Galerie de Nueva York.

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About Victor Baldovi

Victor Baldovi es guionista y escritor especializado en la Segunda Guerra Mundial. Ha escrito cinco libros (dos de ficción) y desde el año 2005 es redactor de artículos sobre la WW2.

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