El Consejo de Restitución del Ministerio de Educación de Austria ha decidido no restituir uno de los cuadros más valiosos del mundo y uno de los favoritos del Führer, «El Arte de la Pintura» de Johannes Vermeer, al estimar que su llegada a los fondos estatales de arte durante la Segunda Guerra Mundial no fue fruto del expolio.
Creado entre 1666 y 1668, en plena «Edad de Oro» de la pintura flamenca, y conocido también con el nombre de «El pintor en su taller» o «Alegoría de la pintura», la adquisición del lienzo que cuelga en el Museo de Historia del Arte de Viena (KHM) fue una petición expresa de Hitler durante el último conflicto mundial.
En 1813 el lienzo fue adquirido por el conde austríaco de Czernin, sin conocer en ese momento que se trataba de un Vermeer, y fue uno de sus descendientes, Jaromir Czernin, quien se lo vendió a Hitler por 1,6 millones de Marcos tras hacerle al dictador una sustancial «rebaja». Se dió la casualidad de que Czernin estaba casado con una mujer de origen judío pero la venta se debió a las penurias económicas de su familia, no a ninguna obligación ni coacción.
El Consejo austríaco aseguró haber llegado a la conclusión de forma unánime, tras un exhaustivo análisis del caso, de que Czernin vendió el cuadro al dictador nazi «sin coerción». En ese sentido, el Consejo no pudo determinar ningún tipo de persecución racial de Czernin o de su esposa Alix, quien según las leyes racistas de Nuremberg estaba considerada como una «mestiza de segundo grado» debido al origen judío de algunos de sus antepasado. Eso sí, el Consejo no niega que Alix Czernin pudiera ser víctima del antisemitismo de la época pero en ningún caso éste tuvo relación alguna con la venta del cuadro.
El dictador nazi quería que el cuadro ocupase un espacio central en su museo personal, que soñaba edificar en la ciudad austríaca de Linz, cerca de su natal Braunau. Si bien su «Museo del Führer» no pudo concluirse debido a la derrota en la guerra, la venta quedó documentada y en el inventario nazi el cuadro obtuvo el número 1096.
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1946, el cuadro pasó a ser propiedad estatal austríaca e integró la colección del KHM, que el año pasado le dedicó toda una exposición exclusiva y hoy en día está colgado él solo en una de las paredes del museo.
La imagen que se presenta al observador de la obra es un artista de espaldas que pinta un lienzo mientras una joven posa como modelo imitando a la musa de la historia, Clio, en una escena que atesora toda la magia de la obra de Vermeer (1632-1675) y que muchos consideran su testamento artístico. El lujoso interior se abre con un cortinaje a la izquierda, otorgando al espectador la sensación teatral de estar contemplando la escena.
Fuente: EFE/Yahoo