El infierno de Dante
José y su padre, rebautizados como prisioneros 4.100 4.128 respectivamente, acabaron en el bloque 18, el bloque de cuarentena. “Al mediodía vienen con unas calderas de 50 litros para darnos un cazo de casi agua y un poco de legumbres, no sé lo que era. Pero aquello era tan malo que yo no pude comerlo. Y muchos como yo. No podíamos comerlo, eso olía mal.”
-¿Vamos a comer esto, papá? –le preguntó José a su padre.
“Y dice ‘pues no sé, no sé’ Era baturro… Y decía ‘pues no sé, no sé…’”
No tardaron en llegar desde el bloque 16 otro grupo de españoles. Uno de ellos vio que José no había probado su plato de comida.
-Oye chaval, ¿no puedes comerlo? –le preguntó.
-¿Cómo voy a comer eso yo? Si esto no, no puede ser, es una porquería.
-De aquí a unos días ya la comerás. No hay otra cosa.
“Y así fue. Dentro de unos dos, tres o cuatro días ya comíamos aquello.”
Cuando les sacaron de cuarentena les enviaron a diversos grupos de trabajo llamados kommando. A José le asignaron al grupo de trabajo que entre otras cosas limpiaba los barracones, el Stubedienst pero a su padre lo seleccionaron para trabajar en la cantera de Mauthausen. “Él trabajaba en la cantera y nosotros limpiábamos, no bajábamos a la cantera, estábamos más o menos bien. Mi mujer se enfada cuando digo que yo estaba bien. Se enfada… Sí, es verdad…”
Dos meses más tarde por la mañana José se reunió con su padre nada más despertar y éste le ofreció un pedacito de pan. “Como un chusco, partido en tres veces. Eso era la cantidad que nos daban por día.” José se quedó mirando aquel trozo de comida, alzó la vista hacia su padre y le dijo:
-No papá, ¿no has comido el pan tú ayer noche?
-Cómetelo y cállate.
-Papá, cómetelo que, que no hay otra cosa, si…
-¡Cómetelo!
“Si casi se enfadó. Yo no quería que se enfadara mi padre. Yo me comí su pan. ¡Yo creo que lo tengo aquí todavía…!” Para él, su padre era un héroe que se desvivía por él a costa de su propia vida. Incluso cuando regresaba de la cantera con la camisa empapada por la lluvia y José le ofrecía la suya, Miguel se negaba a aceptarla.
Cada mañana su padre le daba su ración de comida y cada mañana José se escondía para que no se la diera. “Por la noche llega mi padre, sube de la cantera y me dice ‘¿Dónde estabas ésta mañana?’ digo ‘yo estaba ahí con los amigos, tal’ dice ‘te has escondido ésta mañana, ¿eh?’ Y desde aquella mañana yo me escondía para que no me diera su pan. Yo no quería comer su pan.”
El 24 de Enero de 1941 formaron a todos los españoles en la Appellplatz, “la plaza del llamamiento para contarnos. Entonces sacaron, tal, tal, tú adelante, tú adelante, tú adelante… Y sacaron a mi padre también para delante. No sabíamos por qué. Y yo, cuando sacaron a mi padre enseguida me tiré a él y nos estrechamos fuerte.”
Le costaba continuar. Las palabras se agolpaban en su mente pero morían en su garganta. La emoción de los recuerdos era demasiado intensa pero no más que su fuerza de voluntad por contar la verdad de lo que ocurrió en aquel campo.
José se dirigió en alemán al jefe de campo Bachmayer y le dijo:
-Yo, con mi padre, estamos estrechados, voy con él allá adelante.
-No, tú aquí, detrás de mí.
-No, no, no, yo con mi padre.
-No, no… tú aquí.
“Y entonces vi a dos SS que venían, uno por la izquierda y otro por la derecha, y le digo ‘papá, nos tenemos que separar porque nos van a separar a la fuerza’. Y claro nos estrechamos fuerte todavía. ¡Yo no he visto más a mi padre!”
“Fue el primer convoy, la primera selección digamos que se hizo de españoles en Mauthausen para enviar a Gusen. Con lo cual es una especie de, para la deportación española, de fecha histórica” puntualizó Carlos Hernández, autor de “Los últimos españoles de Mauthausen”.
“Mi padre marchó con los otros. No sabíamos dónde iba. Pero nos dijeron enseguida porque se sabía todo enseguida, que iban a un campo abajo. A cuatro kilómetros o cinco kilómetros de Mauthausen.” José aprovechaba cualquier oportunidad para preguntar a quien pudiera tener acceso a Gusen acerca de la situación de su padre y uno de los prisioneros le aseguró que su padre estaba bien. “Yo estaba contento, mi padre estaba bien, está bien”.
El comando César
Las autoridades del campo formaron un pequeño comando de 30 españoles para trabajar en el subcampo de Vocklabrück a las órdenes del oberkapo español César Orquín, un valenciano universitario que había pertenecido a la CNT y que hablaba perfectamente el alemán. José era uno de los integrantes del comando y trabajaba en las cocinas junto con dos españoles y cuatro o cinco cocineros alemanes. Para ir a buscar hielo tenían que acudir al pueblo y allí algunos jóvenes les lanzaban piedras. “Los jóvenes hitlerianos, vestidos de caqui, con el brazal, nos tiraban piedras pero no hacíamos caso. Y a veces había el SS que nos acompañaba y los reñía. No entendíamos lo que quería decir pero en fin, los reñía.”
Un día cierto teniente alemán cuyo oficio era carnicero vino a verles. “Tenia mala leche, como decimos en español. Nos lo miramos y ‘¿Qué le pasa a éste, qué le pasa a éste?’ decíamos nosotros. Nos mira a los tres y al primero que me encuentra es a mí.” El teniente le preguntó:
-¿De dónde eres tú de España?
-De Barcelona.
-Ah, Barcelona…
“Y me empieza a hablar, yo no entendía nada ya. Ya perdí la noción de lo que me decía. Y dice ‘¿Qué harás tú si un día me ves en Barcelona?’ Yo pensé, me… hijo puta…si te viera en Barcelona un día te… “
-Ah, yo le diría buenos días señor Willy.
-Ah, bueno. ¿Tú dirías eso?
-Sí, sí.
“Me empezó a pegar. Me cago en la mar… Y yo no sé dónde me metía. Cogía los tubos de la calefacción , de la caldera y yo no sabía donde ponerme, que no tenías que caerte por el suelo porque entonces te daban patadas. Me pegó una paliza de miedo. Va el otro, de Madrid, Fernando Pindado García Meras, dice las mismas preguntas. La misma contestación. Le empezó a pegar también. ¡Ja! Y yo pensaba ‘ y yo he pasado antes que tú’ Bueno, lo dejó. Va el otro y también.” El teniente les pegó a los tres pero sus heridas sanaron rápido y poco después los jerarcas de Mauthausen les hicieron regresar al campo principal. Uno de ellos, Fernando Pindado, tuvo la suerte de ser liberado tras regresar a Mauthausen, una liberación “fruto de una gestión del gobierno de Franco lo cual demuestra, obviamente, que el Gobierno de Franco sabía que había españoles allí y no solo eso, lo que parece más terrible es que podía decidir quién salía y quién no salía, es decir, quién vivía y quién moría” puntualizó Carlos Hernández.